Seis tiendas potencialmente salvadas, miles de empleos en juego y una memoria colectiva en liquidación.
Bajo las rayas de colores, un colapso anunciado de un pilar canadiense
La Hudson’s Bay Company (HBC), fundada en 1670, se dispone a liquidar casi todas sus tiendas en todo el país a partir del lunes. Tras obtener el visto bueno de un juez del Tribunal Superior de Ontario, el minorista cerrará 90 de sus 96 sucursales: 80 tiendas Hudson’s Bay, tres tiendas Saks Fifth Avenue y 13 tiendas Saks Off 5th. Esta medida conmocionará al sector minorista, pero también al imaginario colectivo, ya que esta institución forma parte del tejido de la sociedad canadiense desde hace siglos.
No obstante, un inesperado aumento de las ventas en los últimos días —impulsado por la nostalgia y las famosas mantas a rayas de la marca— ha permitido preservar temporalmente seis tiendas. Se trata de las siguientes tiendas: la de la calle Yonge, en Toronto (cerca del Eaton Centre), la del centro comercial Yorkdale, en Toronto, la del centro comercial Hillcrest, en Richmond Hill (Ontario), así como las de Montreal Sainte-Catherine, Carrefour Laval y Pointe-Claire, en Quebec. Estas tiendas están exentas de la liquidación hasta el 15 de junio. Pero su futuro pende de un hilo: si no se acuerda una reestructuración antes del 4 de abril, también se verán obligadas a cerrar.

La decisión de liquidar la empresa se produjo después de que el 7 de marzo solicitara la protección de sus acreedores. Agobiada por las deudas, la caída de la afluencia de público tras la pandemia, el descenso del gasto de los consumidores y los continuos conflictos comerciales entre Canadá y Estados Unidos, HBC no pudo hacer frente a los pagos a sus proveedores y arrendadores. Según el juez Peter Osborne, la liquidación es «el arte de lo posible»: una medida sin alternativa, tomada a toda prisa para salvar lo que se puede salvar.
Miles de empleos precarios y derechos en el limbo
Para los 9364 empleados de la cadena, la liquidación supone una gran conmoción social. Muchos aún no saben si conservarán su empleo o sus prestaciones sociales. La empresa ha reconocido que, en los procedimientos de quiebra, las indemnizaciones por despido suelen figurar al final de la lista de prioridades de reembolso. Esto tiene un gran impacto, sobre todo para las personas mayores o en situación precaria, cuyas perspectivas de reinserción laboral son escasas.
HBC, que se encuentra en suspensión de pagos, está dando prioridad al reembolso de sus acreedores. Ya ha pagado 16 millones de dólares a Restore Capital, que le concedió financiación provisional en marzo, y sigue pagando hasta 7 millones al mes en concepto de alquiler a RioCan, empresa con la que tiene varios activos inmobiliarios en colaboración. Al mismo tiempo, los acreedores no garantizados —incluidos muchos proveedores canadienses— no tienen prácticamente ninguna esperanza de recuperar las sumas adeudadas.
Las consecuencias también las sufren los consumidores. El programa de fidelización se ha suspendido, por lo que 8,2 millones de miembros se han quedado con 58,5 millones de dólares en puntos no utilizados. Las tarjetas regalo, por un valor total de unos 24 millones de dólares, dejarán de aceptarse a partir del 6 de abril. A partir del 6 de abril, no se aceptarán tarjetas regalo por un valor total de unos 24 millones de dólares. Todas las compras realizadas en las tiendas de liquidación serán definitivas. La tienda en línea dejará de funcionar el 15 de abril.
Entre la memoria popular y el capitalismo en crisis
Más allá de las cifras, la desaparición de HBC revela el fracaso de un modelo económico agotado. Encarnación de la expansión colonial, del monopolio comercial y de la identidad anglo-canadiense, la Hudson’s Bay Company fue también uno de los últimos grandes distribuidores que mantuvo una presencia física en centros urbanos desiertos. Su retirada deja espacios comerciales vacíos y, sobre todo, un vacío simbólico en el imaginario colectivo.


La inminente liquidación ha provocado una avalancha de compras en las tiendas que quedan. Las famosas mantas de rayas, los artículos del hogar y la ropa con el logotipo de la marca se han convertido en objetos de recuerdo. Este reflejo nostálgico del consumidor, ya observado cuando desaparecieron Eaton’s o Zellers, refleja la necesidad de despedirse de una época pasada. Se trata de un ritual de cierre comercial y cultural que subraya la pérdida de un hito histórico.
La orden judicial prevé la posibilidad de salvar otras sucursales si se encuentra una reestructuración viable en las próximas semanas. No obstante, esta opción sigue siendo hipotética…
Leave a comment